Hace ya varios meses que no hablo en éste mi púlpito, básicamente por dos razones, en primer lugar porque no había mucho nuevo que contar sin hacer mas leña del árbol caído y, en segundo lugar, porque pensaba que era el momento de dejar que los profesionales se expresaran por sí mismos sin necesidad de blogs y anonimatos.
Pero este mes de enero ha empezado tenso y movido; lo que ha provocado nuevas intrigas palaciegas, dimes, diretes, propuestas, respuestas y postpuestas.
Desde el parón sindical al archiconocido indultograma hasta hoy, en el hospital parecía que nada había cambiado, por lo que durante el otoño se instaló un clima gris típico de esta zona que invita poco a salir pero que no llega a ser tormenta. Salvo por el ascenso y precipitación al fango más rápido y trompicado de la historia reciente de un proto-supervisor, el resto de profesionales y supervisores permanecía en una situación contínua de “colgaera” postporro. Lo mismo les daba la risa que hablaban por los codos de los demás o que se echaban a llorar por los rincones.
Sí se ha notado un pequeño cambio, casi imperceptible, pero que ya ha calado más en el subconsciente colectivo. Los profesionales del hospital comienzan a pensar y al mismo tiempo a expresarse sin las limitaciones impuestas durante el anterior status quo. Ya los hay que dicen que la nueva directora de enfermería está haciendo buena a su predecesora y también los hay que piensan que la renovación de cargos intermedios no puede esperar más.
No digo que los primeros no lleven algo de razón, pero habrá que darle un margen a la nueva directora para que consume los cambios. Pero coincido plenamente con los segundos. Estos cambios deben hacerse YA!! y deben ser profundos. Desde la caída de la “sobredimensionada” y el plateado, los que eran son los mismos que están, o lo que es lo mismo, los que nos dirigen, aunque con más trabajo y responsabilidades, son los mismos.
Y aquí hay que hacer especial ahínco en el reprobado supervisor de la fotocopia. Denostado por la mayoría de profesionales de su servicio, criticado abiertamente por algunos de sus compañeros supervisores y ya conocido por sus andanzas en el vecino hospital de Algeciras, sigue aguantando y haciendo ver que no ha pasado nada en el último año. Sigue silbando y resilbando como si tal cosa, colgándose medallas que no le corresponden y haciendo tropelías a mansalva. Incluso se ha rumoreado con su posible traslado al despacho, aunque finalmente parece que sólo ha sido un amago. Se ha graduado en mantener el tipo y tragar quina.
Mientras muchos de los supervisores hacen acopio de dignidad y dejan el cargo con diferentes y meritorias excusas para volver a su puesto de enfermero base, él hace oídos sordos al patente hastío de su servicio, llevado a esta situación por su dejadez y su actitud.
Aunque no soy yo de los que piensa que los sindicatos son precisamente dechados de virtudes, siempre escudados en menudencias, impertinencias e intrigas palaciegas, hay que reconocer que con el frenazo al indultograma estuvieron ágiles… pero poco más, porque ahora parecen adormecidos esperando un nosequé que vendrá…. Y mientras, este tipo sigue en su sitio.
De todo hay que tratar de sacar algo positivo. Y lo mejor de todo esto es que empiezan a verse atisbos de nuevos candidatos para los futuros puestos a cubrir. Es obligación de la nueva dirección conseguir que éstos vayan ocupando la línea de salida para renovar, de una vez por todas, la estantería hospitalaria, pero esto tendrá que hacerlo con cuidado, dejando que sean los profesionales de cada servicio los que elijan a aquellos que quieren, más que nada para no volver a caer en el error de preelegir con demasiada antelación a los candidatos, sólo al gusto de la directora de enfermería.